18.3.19

Poetisas de los 50's.

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A pesar de lo que propugna en su artículo José Jurado (1) respecto a la poesía de autoría femenina de los primeros lustros del franquismo, no todas las poetas de entonces (las más desconocidas, y  hoy olvidadas, tal y como recoge la antología de 1953 de Martínez  Redondo o las más reconocidas de la de Carmen Conde de 1954) muestran siempre un eco del poder patriarcal ni reflejan aquel contexto sociológico en sus poemas mediante la presencia de un sujeto poético femenino que responde a unos estereotipos sociales defendidos por el nacionalcatolicismo.

Véase un soneto de Guillermina Vives que, a pesar de una cierta retórica, contiene un toque de ironía absolutamente moderno para la época del poema:

‘Contraste’

Vetusta y silenciosa, la calleja
me parece dormida en el Medioevo,
anchas losas que enmarca el musgo nuevo,
blasonados palacios, tal cual reja…
Recios muros de  piedra en los que deja
una ojiva calada su  sonrisa,
gárgolas donde aflora una cornisa
su fantástica fauna de conseja.
Y ante el umbral de un pórtico labrado
que evoca la prestancia de un cruzado,
con un atuendo que es como un ultraje,
una  muchacha,  el rostro maquillado,
gafas de sol, cabello platinado,
jersey de punto y breve short por traje.

[en “Nueva antología  poética”. Ed. Ensayos. Madrid, 1951].



(1) Jurado Morales, J.- “El discurso patriarcal en la poesía femenina del primer franquismo”. Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica, nº 23, 2013. UNED. págs. 525-544.

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Un extraño caso de suplantación tuvo lugar por entonces con la poeta Juana García Noreña, ganadora en 1950 del premio Adonais con el interesante libro “Dama de soledad”  [Ed. Rialp].
Debutante desconocida de 24 años fue la primera ‘mujer’ que lo recibía (2), generando por ello una gran expectación en el mundo literario, no exenta de paternalismo. Se detectó por sus reivindicadores en los ganadores versos (de innegable calidad), una clara ‘sensibilidad femenina’.
Se le acaba atribuyendo el nombre de Angelines de la Barbolla, persona real trabajadora de la Hemeroteca Nacional y asturiana, ya que el 'Juana García Noreña' era un seudónimo. Pero un rumor sobre la verdadera autoría, que cada vez crece más en los mentideros literarios, hace que la persona afectada acabe refugiándose lejos de Madrid, en concreto junto a una reconocida poeta, Alfonsa de la Torre, sirviéndola de secretaria durante muchos años y lejos del ruido mediático que se había producido.
Pero el citado rumor tomó carta de naturaleza de la mano de un posterior director del Adonais y otros intelectuales que confirmaron que el poemario de Juana García Noreña era en realidad del poeta José García Nieto quién simulando una afectividad femínea había perpetrado todo el enredo, negando hasta  el fin de sus días el gatuperio, ya que fue uno de los miembros de aquel  jurado que había otorgado el premio.
La clave que comenzó el bulo, luego real, fue el poema del libro que contiene un acróstico revelador y que no podía ser fruto de la casualidad:

‘La otra muerte’

Joven a la muerte voy;
que me espera y me llama.
(Galanes que me desposan,
ruiseñores que me cantan,
ciudades que se me ofrecen,
alas que me llevan, alas…)
Nieve seguirá a la nieve:
enero es donde tú faltas.
Tú fuiste mi muerte y eras
orilla de mi esperanza. (3)

José García Nieto consiguió posteriormente el premio Cervantes por imposición de Cela, presidente del jurado.


(2) En realidad, la primera mujer en recibirlo fue la poeta gallega Mª Elvira Lacaci en 1956, como nos lo ha recordado El Cultural 15/03/2019. pág 19.

(3) Así me lo encontré subrayado en la primera edición que mi padre tenía en su biblioteca, de dónde he sacado los ejemplares citados más arriba.

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