28.1.22

Nada te va a hacer daño.

[https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhkwaLtzyUNEa_5sz5hD4m2f3qbmhaVZKLsJUMGyr80Cqs6lwrUmHZ4VUyY16ixo8N6WAyYR33qio3SrGCnBODl9e-gFxyQpoZ6NGltT-N6FCR6YJu8zvggZM1ES4CCAkLzvWPdxfGqpuyI/s1600/Harmash+-+Der+Golem.jpg]

Según la leyenda del rabino Juda Löw, el Golem (estatua autómata de barro a la  que se daba vida por medio de una fórmula mágica [en hebreo ‘embrión’, en el Talmud ‘sustancia amorfa’]) llevaba escrita la palabra emeth (‘verdad’) en la frente. 
Cuando el rabí Löw le arranca la primera letra de dicha palabra [a la sazón la aleph, primera letra del alefato, alfabeto hebreo], entonces convierte la palabra ‘verdad’ en meth (‘muerte’). 
Mediante dicha circuncisión lingüística el Golem (‘la sustancia sin formar’ de Salmos 139, 46) adopta, según la leyenda, su auténtica entidad de creatura.


 Y es que según Foucault, la alternativa a la muerte no es la vida sino más bien la verdad. 



 

26.1.22

Ser o no ser

(Sr. Verle)


V.: Los lugares, los espacios a los que viajamos o visitamos, pueden segregar murmullos temporales ensimismados e irreductibles que nos hacen modificar nuestra percepción. Como ejemplo, en la excursión que, a raíz del documentado viaje a Dinamarca realizado durante el nazismo por Heisenberg para convencer a Bohr, ambos hicieron a Elsinor, Bohr pone de manifiesto que un castillo, el de Kronberg, no es sólo un monumental edificio de defensa sino que cambia su significado para los dos científicos, por el hecho de que Hamlet hubiese vivido allí. Naturaleza vs. Cultura


B.: El rumor cultural del tiempo puede ampliar la percepción pero también embotar los sentidos. Al duelo naturaleza vs. cultura conviene asistir con el conocimiento abierto, no sólo con la conciencia de una sabiduría corta.


24.1.22

Piano, piano

Revisitada la película de 'El Piano' (1993) de Jane Campion, directora con sentido y sensibilidad suficientes para hacer, bien, una película con niños (y animales), tan aborrecidos por el maestro Hitchcock.
 
Famoso filme por la música de Michael Nyman, sin embargo en los créditos de la película (IMDb) no aparece la ‘canción’ que Flora McGrath [personaje de Anna Paquin (acierto de casting y óscar en 1994 a la mejor actriz de reparto)] canturrea mientras va por las colinas para entregar a su padrastro una tecla del piano que su madre envía de recuerdo a su amante y que desencadenará la tragedia.



 

 

Reconocida la melodía, no encontrable tampoco en YouTube, la localizamos en un tema de Eric Burdon and The Animals en su LP de estudio ‘Every One of Us’ de 1968, en concreto el nº 2 de la cara 1 "Uppers and Downers", cantado a cappella por  Burdon, McCulloch y Bruno, con un aire de canción tradicional británica (aunque el track listing lo signa como debido a Burdon) y que dura sólo 24 segundos.
El título podría tener en argot el apropiado significado, dada la fecha y el lugar de grabación del disco, de "Anfetas y Sedantes".

Sería esa otra conexión con el filme no explorada, ya que se da la circunstancia que ésta fue la última película que, uno que sabía de up y down, Kurt Cobain, vió en vida.


23.1.22

Poema de junio en N.Y.



El hombre viejo y negro que duerme en el umbral,
espacio resultante del quicio de madera
del portal de la entrada del cerrado edificio

-domicilio oficial y a efectos oportunos:
trescientos veintinueve de Lexington Avenue
esquina, por el este, con calle Treinta y nueve-,

sentado en los cartones oscuros de las cajas
que desecha a diario el colmado vecino
-edredón celuloso que le sirve de lecho-,

con voz quebrada y frágil, inteligible apenas,
solicita monedas, cigarrillos, cervezas
(botellas pudorosas envueltas en sus bolsas)...
a gentes que transitan la Gran Manzana 'golden'.

Y antes de adormilarse con noctívago sueño
contempla el Chysler Building que brilla como un faro
de la falsa esperanza que respira Manhattan...
-la isla del tesoro del sueño americano-

y un contenido tópico, de evidente miseria,
una tarde se encierra, cárcel de calles muertas
con trama ortogonal...
                                        en veinte alejandrinos.


N.Y.C. 1995.