1.6.24

La edad del desorden.

 

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La edad del desorden.

 

En los últimos años del confinamiento, y en éste que comienza también, se ha puesto de manifiesto que ningún aumento de fraternidad ha sido posible (algunos se proclaman libres, iguales, pero no fraternos).

Todos los ritmos vitales han sido destrozados cambiando la vida cotidiana, favoreciendo las polaridades y diferencias, génesis del egoísmo.

Los desacuerdos han sido moneda de curso legal y ha prevalecido las divisiones y confrontaciones, con una gran carga de desmoralización. Esa desmoralización y el resentimiento social han estado y están haciendo acto de presencia.

Las relaciones virtuales han proliferado con rutinas evasivas. Se ha desatado la pereza y la falta de diligencia con el teletrabajo, también la elevada rentabilidad para algunos de la desgracia ajena.

No han variado las alineaciones sociales y los cambios habidos no han sido instrumentalizados. Se ha desmontado con la enfermedad pandémica la falacia transhumanista de la muerte de la muerte. La vulnerabilidad de la vida humana no ha conseguido que se entienda que sería preciso modificar la forma de pensar tras la tragedia.

Necesitamos que la fragilidad y la vulnerabilidad vuelvan a ser reconocidas como base de la interdependencia de los humanos, sería su contrarresto según Adela Cortina, que recomendaría la cordura, en cuanto injerto de la prudencia en la justicia.