9.6.13

‘Tierra sin pan’ (II)


Estructura del espacio socio–geográfico.


La alquería hurdana es, según Catani, centro de tres círculos concéntricos. Alrededor de la alquería se halla la zona de los huertos, jardines exiguos con frutales en las lindes y hortalizas, la zona del medio ocupada por minúsculos olivares, un poco más allá están las pequeñas fincas que producen solamente algunos cereales y el espacio donde se concretan una serie de derechos relativos a la leña parda, al pasto, a los lugares donde se hace carbón de brezo y se cortan ramas de encina para las cabras; allí pueden crecer natural y espontáneamente los castaños que son aprovechados por todos. La tercera zona es la que no sirve para el cultivo cotidiano ni tampoco estacional, sino para las cabras, mero lugar de paso a otras zonas de pastos o de asiento de colmenas.

Los límites territoriales de cada alquería y sus cordeles de ganado definen el espacio físico y simbólico exterior de la alquería, no son muy nítidos, las lindes son imprecisas, pero todo hurdano sabe dónde acaba el terreno de su alquería y comienza el de otra.



 Cuando comenzó la repoblación forestal, en zonas de bienes comunales, se expulsó de casi toda la comarca a los cabreros, apicultores y carboneros. La importante repoblación o, mejor, implantación de especies alóctonas, pinos y, en menor medida, eucaliptos, ha supuesto la desaparición, a partir de los años cuarenta, de casi las tres cuartas partes del ganado cabrío (en 1935, tal y como se puede constatar en documentación del Patronato, ya existían zonas repobladas cerca de Las Mestas, en Los Tesoros y en la confluencia de los ríos Malo y Batuecas, estaba también en proyecto el camino forestal entre Ladrillar y sus alquerías, a partir de Las Mestas, y por supuesto grandes áreas de reforestación en toda la comarca, fundamentalmente al norte y noroeste de la misma). La vegetación espontánea casi ha desaparecido y poco queda de las antiguas encinas y alcornoques. Los pinos  han reemplazado al monte, magro pasto degradado por las cabras y desbaratado por los carboneros. Otros árboles, locales, hubieran sido más provechosos para las utilidades de una población que quería quedarse allí (antes de 1935 se implantaron encinas en la primitiva repoblación cerca de Castillo, alquería de Pinofranqueado, pero no se continuó).

La madera de pino o eucalipto que puede sacarse de las repoblaciones es demasiado poca y de baja calidad para explotarla en la propia comarca. Los hurdanos, cabreros, apicultores y agricultores, no pueden disponer libremente de las laderas de sus montañas, no se puede roturar el monte.

Los hurdanos, propietarios aunque sea de minifundios, por la reversibilidad complementaria, que explica Catani en su libro, dentro de una sociedad local que integra a tres generaciones y es cerrada en sus intercambios internos, han luchado contra un estricto control del aprovechamiento de la tierra.

A partir de 1980 se han producido en la comarca abundantes incendios forestales, se trata de una forma local muy concreta de anomía (falta de interiorización de normas y reglas sociales), una vez que se ha roto el equilibrio interno de la sociedad hurdana.

Por otra parte, siempre se ha subrayado la extraordinaria dificultad para el poblamiento de un territorio tan inhóspito y, consecuentemente, la necesidad de proceder a un reasentamiento de la población. La solución para la cuestión hurdana ha sido reagrupar y reasentar la dispersa y numerosa, en otros tiempos, población en unos pocos núcleos habitables, con objeto de poder subvenir sus necesidades, materiales y espirituales. La respuesta de los hurdanos ha sido también unánime: la más absoluta negativa a abandonar sus tradicionales asentamientos, sus alquerías.
 

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