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A pesar de lo que
propugna en su artículo José Jurado (1) respecto a la poesía de autoría femenina de los primeros lustros del
franquismo, no todas las poetas de entonces
(las más desconocidas, y hoy olvidadas, tal
y como recoge la antología de 1953 de Martínez Redondo o las más reconocidas de la de Carmen Conde
de 1954) muestran siempre un eco del poder patriarcal ni reflejan aquel
contexto sociológico en sus poemas mediante la presencia de un sujeto poético
femenino que responde a unos estereotipos sociales defendidos por el
nacionalcatolicismo.
Véase un soneto de Guillermina Vives que, a pesar de una cierta retórica, contiene un toque de ironía absolutamente moderno para la época del poema:
‘Contraste’
Vetusta y silenciosa, la calleja
me parece dormida en el Medioevo,
anchas losas que enmarca el musgo nuevo,
blasonados palacios, tal cual reja…
Recios muros de
piedra en los que deja
una ojiva calada su sonrisa,
gárgolas donde aflora una cornisa
su fantástica fauna de conseja.
Y ante el
umbral de un pórtico labrado
que evoca la prestancia de un cruzado,
con un atuendo que es como un ultraje,
una
muchacha, el rostro maquillado,
gafas de sol, cabello platinado,
jersey de punto y breve short por traje.
[en “Nueva
antología poética”. Ed. Ensayos. Madrid,
1951].
(1) Jurado Morales,
J.- “El discurso patriarcal en la poesía femenina del primer franquismo”.
Signa. Revista de la Asociación Española de Semiótica, nº 23, 2013. UNED. págs. 525-544.
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Un extraño caso de suplantación
tuvo lugar por entonces con la poeta Juana García Noreña, ganadora en 1950 del
premio Adonais con el interesante libro “Dama de soledad” [Ed. Rialp].
Debutante desconocida
de 24 años fue la primera ‘mujer’ que lo recibía (2), generando por ello una gran
expectación en el mundo literario, no
exenta de paternalismo. Se detectó por sus reivindicadores en los ganadores versos
(de innegable calidad), una clara ‘sensibilidad femenina’.
Se le acaba atribuyendo
el nombre de Angelines de la Barbolla, persona real trabajadora de la Hemeroteca
Nacional y asturiana, ya que el 'Juana García Noreña' era un seudónimo. Pero un rumor sobre
la verdadera autoría, que cada vez crece más en los mentideros literarios, hace
que la persona afectada acabe refugiándose
lejos de Madrid, en concreto junto a una reconocida poeta, Alfonsa de la Torre,
sirviéndola de secretaria durante muchos años y lejos del ruido mediático que se había producido.
Pero el citado
rumor tomó carta de naturaleza de la mano de un posterior director del Adonais
y otros intelectuales que confirmaron que el poemario de Juana García Noreña
era en realidad del poeta José García Nieto quién simulando una afectividad
femínea había perpetrado todo el enredo, negando hasta el fin de sus días el gatuperio, ya que fue uno de los
miembros de aquel jurado que había otorgado el
premio.
La clave que
comenzó el bulo, luego real, fue el poema del libro que contiene un acróstico
revelador y que no podía ser fruto de la casualidad:
‘La
otra muerte’
Joven
a la muerte voy;
sé
que me espera y me llama.
(Galanes que
me desposan,
ruiseñores
que me cantan,
ciudades
que se me ofrecen,
alas
que me llevan, alas…)
Nieve
seguirá a la nieve:
enero
es donde tú faltas.
Tú
fuiste mi muerte y eras
orilla
de mi esperanza. (3)
José García Nieto
consiguió posteriormente el premio Cervantes por imposición de Cela, presidente
del jurado.
(2) En realidad, la primera mujer en recibirlo fue la poeta gallega Mª Elvira Lacaci en 1956, como nos lo ha recordado El Cultural 15/03/2019. pág 19.(3) Así me lo encontré subrayado en la primera edición que mi padre tenía en su biblioteca, de dónde he sacado los ejemplares citados más arriba.
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