9.9.21

Cultura o Civilización (I)

(Google)

 

 Spengler vs. Toynbee

"Las civilizaciones, como estructuras culturales e ideológicas de todo sistema internacional (junto con las político-militares y las económicas), nacen, crecen, se debilitan y mueren (Spengler) o se transforman (Toynbee).

Las culturas (civilización para Spengler [La decadencia de occidente] es simplemente la última fase de una cultura) (...) son sólo (...) 8 las que él reconoce en la historia de la humanidad, frente a las 19 que identifica Tonybee".

Felipe Sahagún.

[El Cultural 10/09/2021 pg.6

 

Cultura o Civilización

 No es extraño que, en general, se confundan los términos ‘cultura’ y ‘civilización’. En el propio diccionario de la R.A.E. sus definiciones son ambiguas por el grado de coincidencia. Pero más que sinónimos, esos vocablos serían, y así lo demuestra su uso histórico, antónimos, incluso antagónicos. Se desarrolla a continuación, con la ayuda de los estudios culturales citados en la bibliografía, una revisión de algunas de las cuestiones que han sugerido dichos conceptos, poniendo en evidencia su polisemia, cuando se han utilizado en diferentes campos del saber.

 I

 Entre los griegos, la cultura designaba la enseñanza y el aprendizaje de los más jóvenes. Desde esta perspectiva, la cultura se vincula con la infancia del hombre. Y de esta forma, se alude a sus características básicas, a aquello que le hace tener validez universal para cualquier tipo de asociación humana.

Etimológicamente es necesario conocer su significado. Sabemos que el origen del término cultura deriva del verbo latino colo, colere, que en la Roma del Imperio significaba cultivar, cuidar, proteger, habitar, practicar, honrar, venerar, y del que también deriva el término cultus, culto.

Así, un sujeto puede ser cultor (cultivador), o cultus, (adj.  cultivado). Y su acción puede ser cultus (cuidado) o cultura, (cultivo). También hay otra palabra afín, culter, cutelo que significa cuchillo, incluso arado, herramienta que representa la dimensión técnica, la techné heideggeriana, el utensilio como prótesis de la mano, artefacto obra del hombre.

La temprana connotación de cultivo de la naturaleza se ha preservado hasta tiempos modernos, aunque referida no tanto al cultivo de la tierra como al perfeccionamiento de la naturaleza humana.

En efecto, por semejanza con el cultivo del campo (agricultura), se denomina cultura a la acción de fomento y encauce que el hombre ejerce sobre lo natural: ya sea sobre su natural propio (cultura en el sentido de formación –Bildung–), o ya sea directamente sobre la naturaleza externa. Por extensión pasó a denominarse así no sólo al proceso sino también al resultado de este cultivo, de ahí el adjetivo culto.

Pero aún queda otro vocablo, emparentado directamente con colo está el término colonia, que es como los romanos denominaban la propiedad rural. Sus soldados veteranos, eméritos, se convertían en colonos. El colono habitaba en la civitas (*). Su modo de vida era la ‘civilización’.

 (*) La otra palabra latina que designa a la ciudad, aparte de civitas, es urbs, relacionada con area, una parcela de tierra, arvum, un campo arado y urvare, que significa conducir un arado ceremonialmente alrededor del solar propuesto para crear una ciudad.

 Uno de los hechos fundamentales en la vida humana lo constituye la posesión de la tierra, aspecto de capital importancia para una cultura, predadora e itinerante como era la de los indoeuropeos. La fijeza del suelo, de la tierra, fue un elemento de invariancia de cierta especie de cultura.

Esa superposición de la cultura a la naturaleza es un proceso de enorme complejidad, en el que el hombre, como resultado del propio proceso de la civilización, va despojándose progresivamente de sus condicionamientos naturales y se abre al mundo de las relaciones sociales, ámbito en el que la racionalización y la complejización empiezan a manifestarse como rasgos determinantes.

La cultura designa toda la obra del hombre. Es la creación humana que se contrapone a la naturaleza. En cierto sentido, la cultura no posee ninguna significación particular que se oponga a la civilización. El contrario de la cultura no es la incultura, sino la naturaleza (*).

 (*) Según Sombart, la cultura se desglosa en cultura subjetiva, que forma el patrimonio individual de cada persona; y cultura objetiva, que designa a “todas las creaciones del espíritu que existen y se constituyen en el exterior de la persona individual”.  El ámbito cultural más representativo de la modernidad sería la técnica.

 La voz cultura evoca, pues, inevitablemente la de civilización. Prescindiendo de diferenciaciones más o menos arbitrarias cabe decir que, por error, en muchas ocasiones se usan esas palabras como sinónimas, el escoger una u otra dependería de circunstancias extrínsecas. No obstante, cada una sugiere aspectos distintos. Cultura (como hemos indicado, de colere, cultum) se refiere primariamente al individuo; civilización (de civilis, civitas), más bien a la convivencia, a la sociedad. La cultura es ad intra; la civilización, ad extra.

Por eso se denomina a veces, como veremos, cultura al aspecto individual intelectual y artístico, y civilización, más bien, a los aspectos sociales técnico-utilitarios.

Pocos grupos de conceptos aparecen entrelazados tan confusamente como civilización y cultura. Su polisemia y ambigüedad son fundamentales para entender nuestro tiempo, a partir del siglo XIX en el que cobraron protagonismo. También los orígenes, no sólo etimológicos sino históricos, de ambos términos se entrecruzan. Civilización remite a su opuesto barbarie o naturaleza, igual que cultura está asociada a la idea de cultivo y, por tanto, al proceso y a la herramienta que transforma la naturaleza. Los usos históricos de ambos son durante mucho tiempo más o menos coincidentes hasta comenzar, como veremos, a separarse en pleno siglo XIX, la civilización tendiendo a expresar la “civilité” francesa (o conjunto de modales cortesanos) y la base técnica o material que la acompaña, y la “kultur” alemana definiendo el espíritu, la literatura y las artes.

En el uso contemporáneo de esos términos, en cultura cabe descubrir dos sentidos básicos: cultura como ‘perfeccionamiento’ de la naturaleza -sentido que, trasladado al plano social puede equipararse hasta cierto punto al concepto de civilización–, y cultura como ‘expresión’ de la subjetividad –sentido que hizo su aparición con el romanticismo.

El primer sentido de cultura –cultura como perfeccionamiento- adquiere, además, claras connotaciones universalistas: cultivarse forma parte de la tarea moral del hombre, el cual ha de abandonar el estado de naturaleza y entrar en un estado civilizado, por la adopción de ciertas instituciones jurídicas. En el contexto de las filosofías ilustradas de la historia, en efecto, el término cultura aparece estrechamente vinculado al de civilización.

En claro contraste con este uso eurocentrista, el segundo sentido de cultura como expresión, afín al pensamiento romántico, recoge la idea de una posible diversidad de modos de realizar la humanidad común.

Por otro lado, la polisemia citada es particularmente relevante en el caso de la palabra civilización. Cualquier diccionario en nuestra lengua nos ofrece dos entradas bien distintas, una que llamaríamos ‘descriptiva’ y otra ‘normativa’. La civilización en sentido descriptivo sería un conjunto de elementos, materiales e inmateriales que caracterizan a una sociedad determinada. Normalmente, una sociedad del pasado. Mientras que la civilización, en sentido normativo, indica un nivel de excelencia, de refinamiento o de perfección al que tiende una sociedad en un momento dado. La civilización, bajo esta acepción, es un objetivo ideal que ya ha sido alcanzado o se persigue alcanzar.

La diferencia entre una y otra es sensible. Mientras que en sentido descriptivo uno puede comparar sin más dos civilizaciones como dos realidades independientes cada una con su propia lógica y valor, en sentido normativo, la civilización alude a una jerarquía o progresión. Existirían momentos de más o menos civilización (esplendor o declive) y existirían, irremediablemente, unas sociedades más civilizadas que otras.

Además, las civilizaciones contendrían siempre diversas culturas. Esas culturas lejos de ser unitarias o convergentes, a menudo rivalizan unas con otras. Pero esa pluralidad se traduce también en positivo, ya que la pluralidad aporta distintas visiones reflexionadas del mundo.

La civilización es el resultado de un proceso histórico. Es una manifestación cultural. Existe una cierta jerarquía implícita en el devenir histórico que viene dada por el lugar que ocupa una cultura en un determinado momento de la historia de la humanidad. La cultura se convierte en la emanación trascendente de la comunidad.

Desde la perspectiva de la Ilustración, la historia se producía desde el primitivismo hacia la civilización. Adquirir cultura y ser civilizado venían a ser lo mismo: perfeccionamiento de la naturaleza humana, en su dimensión social.

Es en el siglo XIX cuando esos conceptos –civilización y cultura– llegaron a separarse, en parte por circunstancias sociopolíticas. Cultura y civilización como términos equivalentes, en tiempos del Imperialismo ya no fue posible, por lo menos en dos países, Alemania y Francia. En esta época estuvo en todo su apogeo la polémica entre alemanes y franceses para determinar el valor intrínseco de cada una.

La palabra civilización, asociada principalmente a la Ilustración francesa, vino a representar la ‘racionalidad’, el ‘refinamiento social’ y el ‘progreso técnico’, mientras que la palabra cultura, más vinculada al Romanticismo alemán, se ve sobre todo como ‘expresión de lo humano’, y, desde esta perspectiva, se viene a subrayar que el progreso científico-técnico no lo sería todo en términos de cultura.

En el contexto alemán, el concepto ‘cultura’ adquirió connotaciones más éticas, relacionadas, como se dice al principio, con el concepto de Bildung (formación), usado para enfatizar el cultivo individual, mientras que la palabra propiamente cultura retenía una connotación más social. En cualquier caso la Bildung puede concebirse como una apropiación individual de la cultura.

Si el sentido ‘ilustrado’ de cultura como civilización comporta una dimensión universalista, el sentido ‘romántico’ de cultura, como expresión de la subjetividad, viene a enfatizar la peculiaridad espiritual de cada pueblo.

El uso universalista de cultura-civilización registraría una reducción de la cultura a sus elementos más materiales y técnicos, en detrimento de los elementos morales y espirituales. A su vez, el uso expresivista de cultura significa que a partir de aquí su destino aparecería inextricablemente vinculado al destino de la subjetividad y de la conciencia.

Con carácter general, en el mundo contemporáneo, profundamente marcado por el proceso de individualización, la dimensión expresiva de la cultura fácilmente se interpreta desde la perspectiva de la originalidad individual.

En esa concepción moderna de cultura se echaría en falta la connotación social que atribuimos a la palabra. Aquello no significa que la referencia al contexto social esté ausente.

Pues si, en definitiva, la expresión de la individualidad cuenta como cultura es porque incorpora significados más o menos comprensibles y, en esa medida, una dimensión social. Expandir la noción de cultura de tal forma que pudiera abarcar la dimensión social y política, para insertar este concepto en la corriente histórica.

Actualmente, con frecuencia se prescinde del sujeto de las acciones y se llama cultura a un colectivo dinámico en ascenso de nivel a lo largo de la Historia.

También, un cambio notable es que el concepto de cultura ha pasado a designar realidades cada vez más ‘fragmentadas’, mientras civilización sigue refiriéndose a ‘totalidades’ con vocación universal. No obstante, subsiste la acepción de cultura como cultura universal o alta cultura, en conflicto a menudo con la idea de cultura como identidad y también con la de cultura como mercancía.

[continúa]

 

*Referencias Bibliográficas específicas:

 Bustos García de Castro, R. (2007).- Breve reflexión sobre las ideas de civilización, cultura y religión pseudoteorías del miedo y bases para el diálogo en la sociedad internacional. UNISCI Discussion Papers (14). pp. 11-18.

Calduch Cervera, R. (2003).- Cultura y civilización en la Sociedad Internacional. Iglesia, Estado y Sociedad Internacional. Libro homenaje a D. José Jiménez y Martínez de Carvajal.- Edit. Universidad San Pablo – CEU. Madrid. pp. 299-323.

García Picazo, P. (1993).- Totalidad y fragmentación. El mundo de la cultura, el universo de la civilización. En REIS: Revista Española de Investigaciones Sociológicas,  Nº 64, octubre-diciembre. Madrid. pp. 81-104.

González, A.M. (2010).- Cultura y civilización. En: A.L. González (Ed.). Diccionario de Filosofía. Eunsa: Ediciones Universidad de Navarra. Pamplona. pp. 265-268.

Starobinski, Jean (1999).- La palabra civilización. PRISMAS: Revista de Historia Intelectual. Vol. 3. Nº 1, enero-junio. Universidad Nacional de Quilmes (Argentina). pp. 9-36.

 

 

 

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