Sus cálidos temblores no acompañan
el rumor de su muerte y no restañan
heridas donde escondes vanidades.
El instante que inicia su partida
la postrera batalla se demora
y el cierzo temperado no aminora
la soledad crepuscular vencida.
Añorante, la templanza perdida
elimina la leve confianza…
y no es posible suplicar mudanza
cuando, pronta, la hora siempre es
ida.
La vida no contiene ya esperanza.
O la esperanza no contiene vida.
[15/08/2006]
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