El nombre crea un presentimiento
[a proposito de su anterior exposición en el Pompidou de París]
Un pequeño libro, exquisito y caro, llama mi atención en la sección que nadie mira en esa librería de provincias. Editado por Mrs. Foster, recoge un trabajo expuesto en su galería de un pintor que siempre me ha interesado y además me sirve de redundancia para continuar con el asunto del argonauta [*] aunque aquí se refiera al mito originario. Lo griego pasado por el tamiz tedesco [Azúa] again.
***
Centrando el objetivo:
Kiefer se ha dedicado a la historia y a sus mitos, porque para él la historia se encuentra arraigada en el mito, se basa en una difusa ideología derivada de mundos muy distantes en el espacio y en el tiempo y está marcada por su invocación irracional. Además Kiefer intenta aceptar la fascinación del mal en un convincente y evocativo patetismo con una pintura reflexiva, compleja y muy alemana [Ruhrberg dixit].
"Beuys fue el último utópico del arte contemporáneo, al menos hasta el momento (...) desde entonces se han reconstruido las barreras a lo largo de las fronteras de la utopía; el futuro es un libro con siete sellos" ('Arte del siglo XX'. Taschen. Colonia, 1999)
Por ello Anselm Kiefer se justifica en su libelo:
"Un proceso tan normal como tomar un café puede albergar la dramática lucha de los argonautas, sólo hay que reconocerla...
Es una cuestión de la incidencia de la luz".
© A. Kiefer
Die Argonauten, 1990/2010.
Grupo de 27 obras (lápiz sobre fotografía)
30 x 47 cm aprox.
Y en otro lugar:
“Mis obras son muy frágiles y no tan sólo en el sentido literal. Si las colocas juntas en las circunstancias equivocadas, pueden perder completamente su poder. Es por ello que lo que yo hago es darles un espacio, quiero dar un espacio a la pintura”, señalaba el artista en una entrevista concedida a finales de 2006 a la revista Modern Painters.
***
Anselm Kiefer (nacido en 1945 en el sur de Alemania) es un artista pictórico de origen judío, representante de la nueva vanguardia y adscrito al Neoexpresionismo, una de las corrientes del arte postmoderno surgida en el último cuarto del pasado siglo.
Estudió artes plásticas en Friburgo, en Karlsruhe y en Düsseldorf, donde realizó estudios de derecho y lengua francesa además de pintura, siendo alumno de Joseph Beuys.
Sus primeras realizaciones se centraron en el terreno de la instalación y el happening, pasando después a la pintura. Al final de la década de los setenta, se erige como el artista capaz de imponer la nueva pintura alemana en el ámbito internacional. Kiefer es uno de los artistas alemanes posteriores a la Segunda Guerra Mundial más reconocido internacionalmente como uno de los más importantes creadores de nuestro tiempo, pero también de los más controvertidos. Famoso sobre todo por su arte ‘matérico’, utiliza telas de gran tamaño que impregna con materiales diversos e inscripciones.
Su producción de los años setenta giró en torno a la mitología, la historia y la simbología alemana, temas que el artista investiga profundamente y que utiliza de forma recurrente en sus obras como medio para evitar el proceso de amnesia colectiva en que estaba sumido su país tras la derrota del nazismo y ante las brutalidades y tragedias históricas de una Alemania desmembrada por la Segunda Guerra Mundial y en plena lucha por la restitución de su identidad como país.
Kiefer profundiza en la historia y la mitología como medio para reparar las heridas y, afrontando los errores pasados, crear una nueva sociedad alemana revitalizada. En sus pinturas matéricas Kiefer desafía el pasado y toca cuestiones tabú de la historia reciente alemana [p. e. el arquitecto del nazismo Albert Speer], referencias comunes en su obra de este periodo que ha sido considerada un auténtico “teatro de la memoria”.
Durante los años ochenta se interesó especialmente por la mística judía. De ahí que sean frecuentes y recurrentes en su obra las referencias a la simbología de la Cábala. Es muy característica en su producción de entonces la presencia de letras, siglas, nombres de persona, figuras míticas o lugares con una fuerte carga histórica. Se trata de signos que ponen de manifiesto el peso de la historia y de los elementos míticos y literarios del pasado cultural. Su pintura es, en este sentido, profundamente literaria.
A comienzos de los años noventa, tras una serie de viajes por todo el mundo, Kiefer comienza a inspirarse en temas más universales, igualmente basados en el misticismo y los simbolismos ocultos, pero centrándose ahora más en el destino global del arte y de la cultura, así como en la espiritualidad y los mecanismos y misterios de la mente humana.
Desde 1993 Kiefer vive y trabaja cerca de Avignon, donde ha creado un auténtico laboratorio artístico que le permite conjugar ideas y testar materiales, transformándolos en nuevas experiencias artísticas.
Inicialmente Kiefer basó su estilo en la obra de Georg Baselitz, trabajando gruesas capas de color con fuego o ácidos y combinándolas con vidrio, madera o elementos vegetales. En sus obras fusiona la pintura, la escultura y la fotografía, mediante técnicas como el collage o el assemblage. Sus trabajos subrayan la solemnidad y la naturaleza trascendente de su contenido no sólo por sus cualidades táctiles, sino por la violencia de su pincelada y la opacidad que transmite una paleta de colores casi monocroma, mezclada con materiales poco ortodoxos y endebles, incluso de desecho, en contraste con la transparencia de su significado. Preocupado por los grandes temas cosmológicos, míticos e históricos, se perfila en su obra la influencia de su maestro Joseph Beuys, así como la de filósofos como Heidegger o Foucault, este último profeta, como Kiefer, de la "desaparición del hombre".
Considerado como uno de los más importantes artistas en activo, ha sido el protagonista en la últimas cuatro décadas de exposiciones de pinturas, esculturas, dibujos e instalaciones en la instituciones y museos más relevantes de todo el mundo y sus trabajos forman parte de las más prestigiosas colecciones de arte públicas y privadas. Así, tiene una importante colección en el Museo Guggenheim de Bilbao.
Estudió artes plásticas en Friburgo, en Karlsruhe y en Düsseldorf, donde realizó estudios de derecho y lengua francesa además de pintura, siendo alumno de Joseph Beuys.
Sus primeras realizaciones se centraron en el terreno de la instalación y el happening, pasando después a la pintura. Al final de la década de los setenta, se erige como el artista capaz de imponer la nueva pintura alemana en el ámbito internacional. Kiefer es uno de los artistas alemanes posteriores a la Segunda Guerra Mundial más reconocido internacionalmente como uno de los más importantes creadores de nuestro tiempo, pero también de los más controvertidos. Famoso sobre todo por su arte ‘matérico’, utiliza telas de gran tamaño que impregna con materiales diversos e inscripciones.
Su producción de los años setenta giró en torno a la mitología, la historia y la simbología alemana, temas que el artista investiga profundamente y que utiliza de forma recurrente en sus obras como medio para evitar el proceso de amnesia colectiva en que estaba sumido su país tras la derrota del nazismo y ante las brutalidades y tragedias históricas de una Alemania desmembrada por la Segunda Guerra Mundial y en plena lucha por la restitución de su identidad como país.
Kiefer profundiza en la historia y la mitología como medio para reparar las heridas y, afrontando los errores pasados, crear una nueva sociedad alemana revitalizada. En sus pinturas matéricas Kiefer desafía el pasado y toca cuestiones tabú de la historia reciente alemana [p. e. el arquitecto del nazismo Albert Speer], referencias comunes en su obra de este periodo que ha sido considerada un auténtico “teatro de la memoria”.
Durante los años ochenta se interesó especialmente por la mística judía. De ahí que sean frecuentes y recurrentes en su obra las referencias a la simbología de la Cábala. Es muy característica en su producción de entonces la presencia de letras, siglas, nombres de persona, figuras míticas o lugares con una fuerte carga histórica. Se trata de signos que ponen de manifiesto el peso de la historia y de los elementos míticos y literarios del pasado cultural. Su pintura es, en este sentido, profundamente literaria.
A comienzos de los años noventa, tras una serie de viajes por todo el mundo, Kiefer comienza a inspirarse en temas más universales, igualmente basados en el misticismo y los simbolismos ocultos, pero centrándose ahora más en el destino global del arte y de la cultura, así como en la espiritualidad y los mecanismos y misterios de la mente humana.
Desde 1993 Kiefer vive y trabaja cerca de Avignon, donde ha creado un auténtico laboratorio artístico que le permite conjugar ideas y testar materiales, transformándolos en nuevas experiencias artísticas.
Inicialmente Kiefer basó su estilo en la obra de Georg Baselitz, trabajando gruesas capas de color con fuego o ácidos y combinándolas con vidrio, madera o elementos vegetales. En sus obras fusiona la pintura, la escultura y la fotografía, mediante técnicas como el collage o el assemblage. Sus trabajos subrayan la solemnidad y la naturaleza trascendente de su contenido no sólo por sus cualidades táctiles, sino por la violencia de su pincelada y la opacidad que transmite una paleta de colores casi monocroma, mezclada con materiales poco ortodoxos y endebles, incluso de desecho, en contraste con la transparencia de su significado. Preocupado por los grandes temas cosmológicos, míticos e históricos, se perfila en su obra la influencia de su maestro Joseph Beuys, así como la de filósofos como Heidegger o Foucault, este último profeta, como Kiefer, de la "desaparición del hombre".
Considerado como uno de los más importantes artistas en activo, ha sido el protagonista en la últimas cuatro décadas de exposiciones de pinturas, esculturas, dibujos e instalaciones en la instituciones y museos más relevantes de todo el mundo y sus trabajos forman parte de las más prestigiosas colecciones de arte públicas y privadas. Así, tiene una importante colección en el Museo Guggenheim de Bilbao.
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