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Una impresión


7.2.24

Iconografía cristiana en el arte.

 

Apóstoles, fresco de la iglesia de San Dalmacio en Turín pintado por Enrico Reffo en 1914.

 

LA ICONOGRAFÍA CRISTIANA EN EL ARTE.

No cabe duda de que las imágenes cristianas constituyen un aspecto esencial en la producción artística de Occidente a lo largo de muchos siglos. Así, el arte cristiano comenzó vinculándose a los textos bíblicos, aunque rellenando los huecos del relato evangélico canónico con los textos apócrifos.

 En Occidente, especialmente desde el Románico, la decoración escultórica de las iglesias fue un verdadero ‘catecismo’ en piedra que permitió enriquecer las imágenes y escenas que se querían representar, ya que la iconografía cristiana, especialmente durante la Edad Media, pretendía hacer accesible a los iletrados todo tipo de mensajes religiosos. Después, los retablos en el interior sirvieron a tal fin. Numerosos artistas de todos los tiempos han tratado de reflejar en sus obras, generalmente por contrato, las características físicas, las circunstancias de la vida y la muerte y la simbología que rodeaba a todos los santos, recurriendo a una iconografía que en muchas ocasiones no ha dejado de ser muy incoherente.

 

Entendemos pues por iconografía, dada la imprecisión del DRAEL, el estudio de la génesis de las imágenes plásticas, las relaciones de las mismas con lo alegórico y lo simbólico, así como sus respectivas identificaciones por medio de los atributos que casi siempre las acompañan.

La iconografía se ocupa del origen y desarrollo de los temas figurados que se representan en las obras de arte, mientras que la iconología descifra su significado.

Se denominará iconología, por tanto, a la rama de la simbología y de la semiología que estudia las denominaciones visuales del arte. Se trata de la ciencia que investiga las imágenes, emblemas y alegorías con que los artistas han representado a los personajes de sus obras y se diferencia entonces de la iconografía en que esta tiene por fin la simple descripción de imágenes, mientras que la iconología las examina en todos sus aspectos, las compara y las clasifica, llegando incluso a formular leyes o reglas para conocer su antigüedad y diversos significados e interpretaciones.

Resumiendo, si el objetivo es conocer la temática y la representatividad de las imágenes, estaríamos hablando de iconografía. Si por lo contrario queremos conocer su significación en su tiempo, su contexto y sus usos, es decir, profundizar en el contexto temporal de esas imágenes, estaríamos hablando de iconología.

La iconografía resultaría una disciplina más teórica que práctica si tenemos en cuenta la matización que hace Panofsky (en ‘El significado de las artes visuales’) al propugnar que dicha materia recopile los datos correspondientes, sin considerarse capacitada para investigar sobre el sentido de tales datos.

Uno de sus pioneros en estos temas, fue el francés Émile Mâle (1862-1954), autor, entre otros, de un monumental tratado sobre ‘El Arte religioso del siglo XIII en Francia’ (París, 1898). Un estudio sobre la iconografía de la Edad Media y sus fuentes de inspiración, que continúa siendo útil cantera y referencia inexcusable.

Igual sucede con la ‘Iconografía del arte cristiano’ (París, 1955-1959) de su discípulo, el profesor Louis Réau (1881-1961).

 

Sin entrar en disquisiciones más teóricas como en la diferenciación en una imagen, entre el tema (más conceptual y abstracto) y el tipo (lo concreto en que se traduce dicho tema), que no debe confundirse con sujeto o motivo, pasemos a comentar algunas características iconográficas de la cultura cristiana que, como en otras culturas, ha llegado a disponer de un repertorio icónico compuesto de diferentes tipos (iconográficos) que sirven de vehículo a determinados temas y sus valores asociados, pero que en el caso de la representación artística de los santos apóstoles (que se conoce con el nombre de ‘Apostolado’)  presenta muchas contradicciones.

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El conjunto de series de ‘Apostolados’ existentes, indica la abundancia de las mismas que circulaban durante el siglo XVI. Se trata, como los denomina Sarah Schroth en sus estudios de la pintura española de la época, de ‘naipes santos’ de fácil distribución, de los que muy probablemente contasen los artistas con copia. Es muy significativo el contexto histórico en el que aparecen estas estampas, que no es otro que el de la Europa tridentina, donde el uso de la imagen con fines políticos y religiosos cobró una importancia superlativa.

Porque esa tradición medieval de la representación del Apostolado tomará importancia, tras el Concilio de Trento (1545-1563), que impone una relación de medidas reformadoras mediante diferentes vías, -y la imagen religiosa será una de las más poderosas y eficaces-, dentro de la vertiente más catequética que pretendía enfatizar la doctrina tradicional católica que venía amenazada por la Reforma luterana, que no creía en la intermediación de los santos.

Los Apostolados tenían un carácter devocionario. El tema, que era constante en la iconografía cristiana, servía para ser utilizado en las iglesias o salas conventuales. La tradición medieval, que se apoyaba en los relatos legendarios de Pseudo Abdias, recogida en las páginas de la ‘Leyenda Dorada’, escrita en el siglo XIV por Jacobo de Vorágine, configuró unos convencionalismos y unos atributos representativos de cada apóstol, referidos siempre a episodios de su leyenda y muy especialmente a su martirio. Los instrumentos del martirio cobran un papel protagonista, pues contribuyen sobre manera a modelar las posturas de los apóstoles. Con ellos se pretende recalcar la condición de mártir, tan importante en el mundo católico y tan criticada por la Reforma protestante.

En un texto, fueran los evangelios o cualquier otro, la identificación de un apóstol se basaba simplemente en su designación, en la aparición de su nombre. En una representación, el nombre se incluía como inscripción como se hizo en alguna de las series. Las imágenes venían de sus propias historias cuando precisaban episodios específicos con los que se les podía dotar de un elemento identificador.

Los atributos identificativos de cada apóstol, a la hora de reconocer las identidades de los mismos, reproduce los modelos clásicos de atributos tradicionales, aunque suelen, como dijimos, contener contradicciones. Este tipo de confusiones no eran del todo extrañas en el momento, ya que se estaba recuperando una tradición e intentando canonizarla en modelos estables, que no todos tenían tan claros.

Derivada de esa confusión iconográfica o equivocadas interpretaciones de los atributos personales, tanto a nivel iconográfico como de designación, existe, por ejemplo, lo que ocurría con los apóstoles San Mateo y San Matías. Su denominación latina Mathaeus y Mathiae por su semejanza formal, provoca en algunos casos que su representación no sea la adecuada, intercambiando sus preceptos de fe y sus signos de reconocimiento.

Algunos autores han puesto de manifiesto dichas confusiones en la atribución e incongruencias iconográficas, como mera inexactitud en las imágenes.

Tal y como señalaba Émile Mâle, esta errónea asignación es debida a que los artistas se equivocaban en las asignaciones de los atributos personales y venía derivada, mayoritariamente, del hecho de no leer los antiguos relatos apócrifos. Y por otro lado de la transmisión errónea en las copias de otras obras ejecutadas.

 [vide É. Mâle, de El arte religioso del siglo XII al siglo XVIII, a Les saints compagnons du Christ (obra póstuma)].

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En un histórico (s. XVI) retablo esculpido de importante templo católico, hemos hallado un ‘Apostolado’ que, en diferentes reseñas bibliográficas a lo largo del s. XX, presenta serias diferencias de asignación iconográfica por los distintos autores, debidas a las causas arriba expuestas.

Así, encontramos descritos en las entrecalles del Cuerpo 1º, de izda. a dcha. (de evangelio a epístola):

- Santiago el Mayor (con venera de peregrino en tocado, cayado [báculo] (roto) y calabaza).

- S. Pedro (con llave y libro).

- S. Mateo (sic) (con libro y astil roto (de hacha) en mano derecha).

[Según otros autores, S. Pablo (porque suele localizarse en ese lugar) con libro y mango (sic) de espada. Aunque el fragmentado elemento prismático (de sección cuasicuadrada) más que empuñadura de arma puede remedar el stipes de una cruz latina y el apóstol podría ser entonces S. Felipe. Además, en el cuerpo inferior del retablo, un S. Mateo, como evangelista, con libro y figura humana alada, presenta diferenciados rasgos con respecto a la atribuida figura de bulto].

- S. Bartolomé (con cuchillo, libro abierto y diablesa).

En el Cuerpo 2º:

- Santiago el Menor (con mazo de batanero [pértiga batanera] y libro) [Otro autor sugiere, equivocadamente, a S. Felipe].

- S. Juan (con cáliz con serpiente).

- S. Pablo (con espada [mandoble], sin libro). [Aparecen citados, en esa ubicación, diferentes apóstoles según atribuciones erróneas de otros autores, como S, Tomás].

- S. Andrés (con cruz en aspa).

En el Cuerpo 3º:

- Santo Tomás, (sólo con libro abierto, se encuentra rota la escuadra característica) [S. Judas Tadeo o S. Mateo, según otros].

- S. Simón (con libro e instrumento ‘dentado’ [parece serrucho]) [Otro autor sugiere, equivocadamente, a Santiago el Menor].

En el ático, de menor tamaño:

- S. Judas Tadeo (con alabarda).

- S. Matías (sic) (con lanza) [Aunque más probable, creemos, sería atribuible como San Mateo].

 

Faltaría en el retablo un apóstol de entre los canónicos:

Por ya representado en relieve de media figura, podría faltar S. Mateo o, si no, S. Felipe (con cruz latina (en ‘T’) y libro), que faltaría según algún autor, salvo lo dicho en el Cuerpo 1º.

Pero si se ha considerado en el Apostolado también a S. Pablo (Canon de la Misa [Burn, A. E.- An introduction to the Creeds at to the Te Deum] y letanías romanas), lo normal es que faltase San Matías si sólo se contemplan doce apóstoles y entonces S. Judas Tadeo sería el último.

Los Hechos de los apóstoles (Hc. 1, 13) citan a los mismos doce que los evangelios sinópticos, añadiéndose Matías para sustituir a Judas Iscariote (Hc. 1, 26). En otros pasajes, también se les dieron nombre de ‘apóstoles’ a Pablo de Tarso u otros.

También, Alonso de Villegas, en su ‘Flos sanctorum’ (1594 y 1615), recalcaría la presencia de los once y cómo se sustituyó a San Matías por San Pablo.

 

¿Cuál sería entonces el canon de un Apostolado?

Aunque contamos con varios Apostolados debidos a El Greco, de gran valor artístico, pero con incongruencias en la asignación, porque quiso crear series diferentes, propias, originales y libres, podría ser el más normativo el gigantesco Apostolado del 1er quindenio del s. XVIII, esculpido al estilo de la escuela berniniana en S. Juan de Letrán, la catedral de Roma (1700-18).

[http://pedroferrerfotografia.blogspot.com.es/2010/11/roma-archibasilica-de-san-juan-de_18.html].

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Resumen de las Notas críticas sobre la iconografía del Apostolado.

El orden de los Apóstoles y sus atributos, serían (a partir de Navarrete Prieto):

1. Pedro (Simón), hijo de Jonás. Llaves y libro cerrado. Gallo o cruz invertida.

2. Santiago el Mayor, hijo de Zebedeo. Concha de peregrino, zurrón, cayado (bordón) y calabaza. Espada y cruz.

3. Juan, también hijo de Zebedeo (hermano de Santiago el Mayor). Cáliz con serpiente, libro o rollo y pluma, águila y tonel.

4. Andrés, hermano de Pedro. Cruz en aspa (decussata), libro abierto.

5. Felipe de Betsaida. Cruz latina (immissa) o crucifijo y libro. Piedra.

6. Bartolomé, hijo de Talemai, llamado también Natanael. Cuchillo, piel desollada, libro y diablesa encadenada.

7. Tomás, llamado Dídimo. Lanza de su martirio (a partir del s. XV y característica tras Trento), también libro, cinturón o, mejor, escuadra de su actividad de arquitecto en la edificación alegórica (desde el s. XIII hasta entrado el s. XVI). [Patrón de los arquitectos: la escuadra de arquitecto es representación proveniente de un episodio apócrifo de su leyenda, referida en el ficticio ‘Acta Tomae’, durante su labor misionera en tierras indias].

8. Mateo, hijo de Alfeo, llamado también Leví. Libro o rollo y pluma, figura humana alada, bolsa. Espada, que a veces se cambia por hacha, lanza o alabarda (que puede hacer confundirle con S. Matías u otros). Escuadra, por error.

9. Santiago el Menor, hijo de Alfeo (Cleofás). Mazo o bastón de batanero (pértiga batanera) y libro.

10. Judas Tadeo, hermano de Santiago el Menor. Maza (hasta el siglo XIV se lo representaba con espada o cimitarra, pica, lanza o alabarda y hacha). Medallón, libro. Escuadra, por error.

11. Simón el Cananeo, llamado el Zelote. Serrucho (desde el siglo XV) y libro.

12. [Judas Iscariote, hijo de Simón].

13. Matías, elegido sucesor de Judas. Hacha, piedras. También espada, alabarda o lanza, libro o cruz.

y 14. Pablo de Tarso. Espada y libro o carta.

 

Sr. Verle