12.8.11

Nunca, nadie, nada... pasado

 

 

 

 

 

 

Leídos los diarios

ya no escuchas la música de radio.

Como todos los años antes de Navidad,

en soledad transcurren unas horas

que preceden reuniones familiares.

La calle se desnuda, parpadean farolas

y casi nunca llueve.

No por nostalgia ni melancolía,

el alma se te encoge,

solitario,

se humedecen los ojos…

te acompaña la suerte de no pensar en nada,

escasa lotería de dicha momentánea,

y sin embargo

escribes unos versos tan helados

como esas manos tuyas

que, invernales, añoras

asomado al vacío

de este corazón deshabitado.

Parpadean farolas, la calle se desnuda

y casi nunca llueve.

Nunca, nadie, nada.

8.8.11

Viaje en tren

En tren.

En otoñal mañana, aún el tren no se desplaza.

Una joven mujer, triste de ojos morenos y morena de ojos tristes, busca su reservado asiento con desgana aparente.

Se acomoda a mi lado, y desprende con su embarazo leve, o tristeza de frío, ni se abre el abrigo de lana, o tristeza de antojos, se esconde en gafas negras rehuyendo compañía.

Se me antoja asignarle una mirada erótica a sus tersas rodillas, para corresponder furtivo a su desdén, frente a mi cortesía.