Nada más rompedor de los esquemas que, recién llegado del campo, la asistenta te pone un whatsapp a las 8 de la mañana, cuando te levantas, diciéndote que, por gripe, no va a poder venir a tu casa.
Con lo cual, aparte de hacerte el desayuno y llevar a cabo las tareas de aseo personales correspondientes, como todos los días, a partir de las 9 empiezas a organizar las labores de mantenimiento del hogar:
Recoger y fregar de la loza, incluida la de la cena, separando lo que puede introducirse en el lavavajillas y lo que, por delicado, hay que lavar y enjuagar a mano.
Cambiar la ropa de cama y hacer ésta con la sábana de abajo del derecho, la de arriba del revés, para que el embozo quede del derecho, cambiando previamente, en colchón y almohadón, las fundas oportunas.
Separar la ropa blanca de la de color, poner la lavadora en el programa apropiado y esperar a que termine para poner la secadora, que está lloviendo.
Fregar e higienizar los aparatos sanitarios.
Pasar la aspiradora a todas las estancias, moviendo los muebles (como su nombre indica) y fregar los suelos de los cuartos húmedos.
Así, a partir de las 11, tras las faenas de aliño, puedes pasar a las de administración hogareña (oikonomía que dirían los griegos), organizar las facturas de mediados del mes, comprobar cuentas e inversiones bancarias, leer y escribir correos y realizar las llamadas telefónicas que procedan.
Luego puedes desde el ordenador conectarte a la alta cultura de internet, actualizando twits y facebooks, leyendo los blogs, como ahora, y subiendo alguna ocurrencia como parte de la rutina de jubilación que nos toca.
Dejamos para otros días el planchado de toda la ropa, otra mañana, y faltaría el vertido de los residuos clasificados, por lo menos dos veces por semana.
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