Senhor Simão et al.
Reposo obligado vacacional campestre y
comprobación de otras estrategias alternativas que el sistema tolera, porque
desprecia por débiles o mejor por inocuas.
El Sr. António no se tiene por nada,
pero si hay una persona sustentable, en estricto sentido, creo que sería él.
Vive solo y sólo de la huerta de su tapada y sus animales. Con pocas
necesidades materiales salvo su supervivencia natural, así, consume lo que
produce y vende su excedente. Lo transporta en carreta tirada por un semoviente,
del que aprovecha su estiércol. Sus judías verdes, sin mixtificaciones, no
tendrían precio si las descubre un Adrià. La polla (con perdón) de corral,
auténtica, que accede a venderte cuando otras comienzan sus puestas, es uno de
los manjares que vislumbras por qué aquella tía rica se la regalaba a tus
padres en navidad para demorar otras deudas suyas.
Otro enfoque que va proliferando es el
que practica el Sr. Simão en su quinta. Intercambia, con
justeza, alambradas por botellas de ‘bagaço’ o tomates por higos y así se
pueden preparar sopas complementariamente en cocinas distintas. Pero llevando
el trueque más lejos, por importantes gestiones profesionales la única forma de
pago que te
ofrecía a cambio, era la dación de un cordero lechal, adecuadamente despiezado,
que estuviste a punto de rechazar porque él no hacía más que denominarlo ‘borrego’.
Y cuyas piernas, paletillas y chuletillas resultaron lo más exquisito que has
comido jamás.
Con estrategias como éstas, no te
apesadumbra tanto la crisis que los economistas te tratan de explicar mientras
dabas cuenta de esos alimentos que, como bendición, vamos a comer.
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