5.12.22

Amicus Peter, sed magis...

  

[Lecturas intempestivas II ] 

Figuras de una conciencia errónea.

Una de las características de las culturas que fomentan nuestra civilización es que entienden al ser humano como susceptible, por naturaleza, de ser víctima de sus errores. El hombre, por tanto, como un ser proclive al error, primera figura de la conciencia. Por simple experiencia se sabe que no todo lo que se dice es cierto. El lenguaje, que representa más que un medio para comunicar mitos culturales, sirve para ocultar dudas, pero uno no miente por error.

Después del error involuntario, la mentira aparece como segunda figura en la conciencia que se equivoca y que engaña. Engaño consciente del engañador y sufrido por el engañado.

La tercera figura en la serie de las formas de la conciencia, sería la ideología, superstición o autosugestión. Un pacto, incluso inconsciente, entre los mentirosos y los engañados es característico del nivel ideológico del error. La ideología era considerada como falsa conciencia según los marxistas, pero la conciencia nunca es necesariamente falsa. En la sociedad, sí existe un anhelo por lo falso, un interés por el engaño, pactado en este caso.

La decadencia de la ideología libera al cinismo, el cual, más allá del error, de la mentira y de la ideología, forma la cuarta figura en la serie de formas de la conciencia que se equivoca, que se engaña y engaña. El cinismo se puede entender como un fenómeno de desinhibición. Si la hipocresía era una reverencia del vicio ante la virtud, el cinismo es el rechazo que opone la mentira a la convención de encubrirse con el idealismo. En su cinismo, los gobernantes muestran el cansancio de llevar la máscara de la hipocresía y brillan con la ironía del salir airoso de la situación.

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La Primera Guerra Mundial, provocó el corte más profundo en la historia de las mentalidades de la Modernidad. Se trató de una guerra superflua, en cuyo desencadenamiento se pusieron de acuerdo la coincidencia, la negligencia y la ceguera.  Fue un nuevo tipo de guerra que hizo evidente como los países implicados se vieron obligados al uso de la mentira como arma. Al exterior, como siempre, para mantener el concepto de enemigo de algún colectivo. Y ahora hacia el interior para unir al pueblo en armas, como comunidad de mistificación, basada en la voluntad popular de ser engañada por el propio líder.

A su final, los espíritus críticos occidentales sacaron conclusiones a su manera de las devastaciones materiales y morales de la guerra. Por ejemplo, con una radicalización de la sátira, en el campo cultural. O una actitud negativa contra el mundo. Fue natural que surgiera la figura del farsante. O el embaucador, en el terreno político, rodeado del mito del salvador. Era el rastro mental de la desmovilización fallida de las naciones perdedoras.

Hoy, el presente representa una variante de ese fenómeno de posguerra. La era que sigue a la Guerra Fría muestra una distribución simétrica de ganadores y perdedores.

Las socialdemocracias occidentales fueron privadas del argumento, tras el colapso de la URSS, a partir del cual ellas encarnaban el mal menor frente a las condiciones del campo oriental. Perdieron su razón de ser. Sin la amenaza del comunismo, la socialdemocracia occidental se fue tornando más inverosímil. La gestión temporalmente efectiva de la desigualdad se salió de control. Cada vez más podría surgir la dinámica de desigualdad de las estructuras sociales impulsada por la economía financiera. Con la consiguiente desilusión contra el sistema.

Desde principios del siglo XXI, los movimientos de la derecha radical no están sólo vinculados a condiciones equivalentes a las de aquella posguerra. El cinismo hoy, está también, y sobre todo, supeditado a cuatro factores emergentes: la defensa contra el terrorismo, la presión migratoria con los flujos de refugiados, la revolución de las redes de comunicación digital y el surgimiento de códigos neomoralistas de la corrección política. Y su viva encarnación en el populismo.

La verdad es aquello que se puede hacer de la mentira. ‘Amicus Sloterdijk, sed magis amica veritas’.

  

 

(*) De Sloterdijk, P.- ‘Las epidemias políticas’. Ed, Godot. Buenos Aires, Argentina, 2020.

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