Agoniza la tarde,
la luz se difumina y
ya las nubes asoman
por la sierra
tras una luminosa
mañana de transición lluviosa.
En los prados,
las gotas del rocío
titilan en las hojas y,
cual diminuto espejo,
reflejan la luz del
sol, pasado el mediodía.
Ya no hay frutos,
el madroño sólo
destila verdes y
amarillos destacan
en mimosas.
El frescor se mitiga
y
constatas que las
ramas
están plenas de
yemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario