Una lengua de nubes acaricia las cotas
de la sierra fría, su movimiento glutinoso envuelve los penachos y baja las
pendientes de las faldas, como ríos de vapor de agua.
“Hace ya tantos años… dadivoso y valiente
revelaste tu amor a inicios de noviembre.
Pero fue una semilla en la tierra baldía
que sólo te condujo a una buena amistad.
No germinó el cariño
por más que lo regaste sobre todo con lágrimas,
de alegría unas veces, de desamor las más.
Y un corazón ajado se desgranó ultrajado,
sin producir fisuras en otro corazón”.
Se cerraban los cielos, pero la
amenaza de lluvia es barrida por cierzos. Luego, se iluminan los sotos y
tapadas con el aire límpido y luciente de un otoño que acaece sosegante.
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