Ilustración de la primera parte del
Canto III, obra de Priamo della Quercia. Siglo XV.
(by Google)
*
El canto tercero del Infierno de la Divina comedia de Dante
Alighieri se desarrolla en el Anteinfierno.
“Por mí se va a la
ciudad doliente/ por mí se va hacia el dolor eterno/ por mí se va tras la
perdida gente…”
Con esta anáfora comienza allí el viaje de Dante.
Tras algunos años sin habernos visto, retorna unos días a la
ciudad un matrimonio amigo, italiano, aunque buenos conocedores del castellano ya
que estuvieron de docentes en universidades hispanoamericanas. Hacemos un hueco
para compartir viandas y vinos y retomar charlas que, arropadas por su inmensa
cultura, siempre fueron provechosas.
[Estaríamos en junio de 2016]... Sin intuir el futuro choque futbolístico, por descontado era
necesario contraponer las situaciones políticas de nuestros respectivos países .
En uno y otro existían nuevas circunstancias de las que discutimos su
correspondencia o su carácter diferencial, fenómenos populistas estaban en
ambos casos emergiendo frente a fuerzas tradicionales. En Italia había
elecciones municipales (y Berlusconi doliente), aquí segundas generales, y frente
a los países del norte, allí algún experimento tecnocrático y de mezcolanza
ideológica habían tenido lugar y no convendría que resultaran exportables aquí.
En ese ínterin comentó el amigo italiano que lo que creía que prevalecía era la
desafección y que parecía llegado el tiempo de los ignavos.
El término nos causó sorpresa y pensando que estaba en su
lengua solicitamos, como ignaros, su traducción. En un ejercicio de sorpresa
nos respondió que ya casi no se usaba en italiano y significaba pigros y que su mejor comprensión se
tendría si se recurría a la Divina
Comedia de Dante, en concreto al canto tercero de su Infierno. En ese momento otra contertulia española, de letras,
recordó al hilo de lo tratado el sintagma latino ignava ratio que nos tradujo por ‘razón perezosa’ preguntándose si
tenía que ver.
Pigro, a [it.]: se
traduce como Perezoso, a. Dícese de una persona que, por naturaleza, rehúye la
fatiga, el estrés, el compromiso físico o intelectual y la acción en general, o
que actúa lentamente y sin entusiasmo.
En filosofía, sofisma perezoso (o razón perezosa, o sofisma
de la razón perezosa), es equivalente de la loc. lat. ignava ratio, tipo de argumento falaz que consiste en la deducción
de la inutilidad de toda acción humana, a partir de la afirmación de la
existencia del destino, es decir el de una serie predeterminada de eventos
futuros. Así, leemos en La razón diligente de José Villalobos
Domínguez:
“Hace años
me encontré, estudiando los Ensayos de
Teodicea de Leibniz, un análisis apasionante del sofisma clásico de la
razón perezosa” (ignava ratio, árgos lógos, faule Vernunft). Es la razón que piensa que, puesto que todo se ha
descubierto o se descubrirá, ¿para qué seguir buscando? En el Prefacio de esa
obra se describe el sofisma así: si el porvenir es necesario, lo que debe
suceder, sucederá, se haga lo que se haga” (1).
Efectivamente en la lengua castellana tenemos el término ignavo
en su DRAE, derivado del latín ignāvus, del que pasó también al portugués, al italiano (se usaba en el s. XVI, igual que en España),
etc. Y, gracias a la riqueza de las lenguas románicas, encontramos los
deslumbrantes sinónimos de ignavia como acidia (acedía o acedia) y pigricia.
Traducimos del
italiano: ‘La ignavia
es la falta de voluntad que paraliza, en una posición confortable, la
neutralidad mineralizada en una pigricia cómoda y (en el momento) ventajosa;
ilusa inercia convencida de que la falta de acción, incluso si es culpable,
podría ser prudente y conveniente’.
Pero vayamos a que nos ilustre Dante Alighieri. El canto
tercero del Infierno se desarrolla en
el Antiinfierno, donde se castiga a los indiferentes
y pusilánimes: los ignavos - vv. 22-69 (2):
En el Antiinfierno son castigadas las tristes almas que
vivieron sin infamia y sin honor. Ellas son los ignavos, almas que en vida no
hicieron ni el bien ni el mal por su elección de cobardía. Estos condenados son
echados del cielo y en el infierno no los quieren porque, en la vida, no
pudieron o no quisieron elegir de qué lado estar y tienen aquí una
ínfima vida ciega que hace que envidien cualquier otra pena.
“El mundo no conserva
ningún recuerdo suyo y tanto la misericordia como la justicia los desprecian”
(3) dice
Virgilio a Dante.
Son condenados
eternamente a correr desnudos siguiendo una enseña, atormentados por avispas y
moscas que surcan de sangre su cuerpo, y en sus pies hay un manto de gusanos
que se alimentan de las lágrimas mezcladas con sangre. Quien no supo elegir en
vida, es decir elegir de qué lado quedarse, en la muerte quedará como un paria
obligado a correr detrás de una bandera que no pertenece a ningún ideal.
(1)
En Villalobos Domínguez, J.- La razón
diligente. Boletín de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras: Minervae
Baeticae, Nº 39, 2011, págs. 85-106.
(2)
Paráfrasis de https://es.wikipedia.org/wiki/Infierno:_Canto_Tercero
(3) Ver www.ieslaasuncion.org/departamento/documentos/inicio/1090.pdf
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