que una tarde llenaste
de presagios,
fisuradas
cuarcitas donde grabé tu nombre
-ahora
mi atalaya de nostalgias y olvidos-
en
novilunio,
solitario,
cual largas sombras del invierno ido,
mi
corazón te envía un llanto de socorro
-estos
versos que esperan tu efímera lectura-
un
pensamiento
que
atraviese el espacio y que recorra el tiempo,
que
a lo lejos divise
ese
lugar donde habita tu cuerpo
-en
esta triste hora por otro estremecido-.
A
mi lado
te
esperan las mimosas
que
florecen tempranas
para
que resplandezcas prendidas en tu pelo.
Sin
que me des tus labios
que
me salven tus manos
aunque frías me
rocen,
y
no me precipite
como siempre
al vacío.
LA
SALVACIÓN POR EL AMOR.
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