Hace un tiempo que
publicamos esta primera parte en el blog:
1
“En
nombre de los dioses de la música y en el mío, no cambies ni una sola nota de
lo que has escrito en tu cuarteto”.
Le dijo, en contra de la opinión su maestro Fauré, a un
compositor antiwagneriano, Ravel,
otro que, malgré soi, retuvo más
influencia wagneriana que lo que acabó por admitir, Debussy.
Aunque siempre se corra el riesgo de simplificar e
incluso distorsionar la terminología musical, pondremos algunas etiquetas
explicativas en la portátil comparación, lejos de la confrontación
Wagner-antiWagner, que nos proponemos.
El primero, más joven pero de temperamento conservador
y más dependiente de sus maestros,
compuso su único ‘cuarteto en Fa Mayor’
en un estilo tradicional, aunque no exento de color instrumental y armonías
influenciados por el que, nueve años antes, escribiera el otro compositor.
Éste, el segundo, más experimental y forjador de un lenguaje
musical más personal y sensible a las actividades artísticas de su tiempo,
había compuesto su, también único, ‘cuarteto en Sol Menor’ Op. 10, el cual, dado su esquema armónico con cambiante
cromatismo, sirvió para romper con las perspectivas tonales que se consideraban
canónicas en la música de cámara. Su intensidad expresiva y su variedad
limitada de tonalidades, le convirtieron en una precuela de una música
instrumental no descriptiva que se conoce como “impresionista”.
Criticados ambos en sus respectivos estrenos, los
escuchamos ahora con diferente arrobo.
* * *
Hoy, después de la lectura del viejo libro de Onnen sobre Ravel, ampliamos la visión anterior, centrando la cuestión en diferencias entre ambos compositores franceses:
2
“Tous les grands artistes sont des amateurs”. E. Satie.
Ravel vs. Debussy.
Ha tenido que
transcurrir tiempo antes de dar al traste con un equívoco que ponía en duda la diferencia existente entre
ambos. Como Debussy nació con anterioridad, se le adjudica el papel de maestro
y a Ravel, trece años más joven, el epíteto de epígono. Pero la divergencia existente
entre la música de ambos queda determinada fundamentalmente por la distinta
personalidad de los respectivos compositores (el propio Debussy no logrará
desprenderse por completo de las garras de un Wagner), sin negar la analogía de
ciertos elementos musicales o, incluso, de temática. Así ocurre con el único
cuarteto de Debussy que data de 1893, y el de Ravel que apareció exactamente
diez años después.
Ravel estudió en el conservatorio de París y la casi única
influencia positiva fue debida al compositor Gabriel Fauré, más tarde director
de la institución. Fauré solía devolver los ejercicios a sus alumnos. El joven
Ravel había esperado la devolución corregida de su ‘Cuarteto’ incompleto
todavía. El cuarteto estaba dedicado a Fauré, quien no se mostró muy satisfecho
con la composición para instrumentos de cuerda. El maestro le criticó severamente
su trabajo, considerando, sobre todo, que el cuarto tiempo adolecía de una
construcción desequilibrada. A la semana siguiente, cuando Fauré le pidió el
ejercicio para someterlo de nuevo a revisión, Ravel modestamente le dijo:
-No, puesto que a
usted le parece tan malo, será mejor no
preocuparse más-.
Pero la contestación de Fauré fue:
-Traiga el trabajo la
próxima vez. He podido equivocarme-.
En vista de aquello, Ravel, atormentado por la duda, quiso
conocer la opinión de Debussy, al que le envió la obra. Debussy le contestó: “En nombre de los dioses de la música y en
el mío propio, no vuelvas a poner las manos para nada en tu ‘Cuarteto’”.
Consejo al que Ravel se atuvo.
Sí hay que hacer notar, que en la obra juvenil de Ravel el
sello de Debussy si aparece, aparece con claridad, no desordenadamente. Se
pueden comparar para tener esa evidencia, por ejemplo, fragmentos del primer
tiempo del ‘Cuarteto’ de Ravel (arriba)
con fragmentos del último movimiento del ‘Cuarteto’ de Debussy (abajo).
Pero, aparte de sus sensibilidades, sus respectivas
expresiones musicales, el uso de distintos acordes y sus técnicas o maneras de
instrumentar demuestran con toda claridad, diferencias esenciales entre ambos
músicos.
* * *
Un tercero en discordia,
Tiempos lejanos que cuesta que vuelvan.
En la serenidad otoñal de una campiña
plantada de jóvenes nogueras y carvallos y envuelta en una niebla matinal que
deviene luz vespertina, la música puede escucharse con muchos más matices.
De esa manera, descubres un Bizet
de 17 años en su Sinfonía nº 1 en do mayor, -pese a ser considerada una tarea estudiantil, muy similar a la Sinfonía en re de Gounod, su maestro- muy
disciplinado musicalmente, que se preocupa por aplicar la correcta utilización
del contrapunto, usando melodías con brillo y armonías variadas, con una
estructura y orquestación que denota su aprovechamiento de buen estudiante de
conservatorio. Comme il
faut!
(imágenes de http://redmayor.wordpress.com/)
Sr. Verle
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