y desiertas. Así tus ojos
se abrían en otro tiempo. El amanecer
transcurría lento, era un vórtice
de luz inmóvil. Callaba.
Tú viva callabas; las cosas
vivían bajo tus ojos
(sin pena sin fiebre sin sombra)
como un mar en la mañana, claro.
Donde estás tú, luz, está el amanecer.
Tú eras la vida y las cosas.
En ti respirábamos despiertos
bajo el cielo que aún está en nosotros.
Sin pena sin fiebre en este caso,
sin esta sombra saturada del día
abrumado y diferente. Oh luz,
lejana claridad, respiración
ansiosa, diriges tus ojos
inmóviles y claros hacia nosotros.
Es oscuro el amanecer que pasa
sin la luz de tus ojos.
Cesare Pavese
30 de marzo de 1950.
© Traducción de Sr. Verle
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