No hace demasiado tiempo, me habían resultado
allegados unos versos leídos de Wallace Stevens en Ideas de Orden:
“… (en un mundo que descansaba sobre pilares,
que se veía entre arcos)…
Están postrados los pilares, están los arcos
consumidos...”
Y una tarde, tumbado en el campo bajo la sombra, me
develé alguna relación de aquellos con otro mundo intelectualmente diferente,
el de Georg Trakl, cuyo poema sí se me hacía extraordinariamente cercano en mis
circunstancias:
“Verano bajo arcos encalados,
amarillenta mies, un pájaro que entra y sale
tarde y los oscuros olores del verde.
Hombre rojo, un camino crepuscular, ¿adónde?
Sobre solitarias colinas, por delante de la casa
descarnada
Sobre las gradas del bosque baila el argénteo
corazón”.
Cuando vi en una papelería el tomo, algo
extemporáneo, de la Poesía de Trakl, lo adquirí con ánimo resuelto a su
comunión cuando pudiera contar con tiempo para ello.
[Martin Heidegger, en 1953, en su
ensayo ‘Georg Trakl’, lo considera el sucesor de Hölderlin. La
interpretación heideggeriana de la poesía de Trakl ha suscitado, como es
habitual, muchas discusiones].
*
* *
A propósito:
Reina Palazón, J. L.- ‘Prólogo’ a Poesía Completa de G. Trakl. Ed.
Trotta. Madrid, 2010.
Viena fin de siglo.
Viena
fin de siglo, capital y centro del imperio austro-húngaro, concentró toda la
cultura –amén de la política y la economía (por la industrialización)- creando un
foso con la ‘provincia’ aún mayor que el que venía existiendo.
En
ese contexto, la burguesía había opuesto a la aristocracia una cultura
filosófica y científica, bien que puritana, al no sentirse aceptada frente a
ella.
La
vanguardia, por su parte, no tuvo más solución que romper con la cultura
canónica de la burguesía que conducía a una negación del vacío de valores, ya
que el arte burgués era un sustituto de la acción, incluso política.
Derribado
el liberalismo, la burguesía inclinó su cultura hacia un hedonismo melancólico.
Al no renunciar a la cultura de leyes morales y científicas llevó al arte una
culpa represora [Eros-Tánatos (S. Freud)].
En Georg
Trakl se sublimó ese sentimiento con la idealización de la salvación por el
sufrimiento donde la guerra –la gran guerra- aparecía como un último refugio.
(Google)
*
“No
lo entiendo, pero su tono es el de un hombre verdaderamente genial” (L. Wittgenstein).
Trakl,
escritor, es la expresión de una voluntad a través del dominio de su forma.
Como en Oskar Kokoschka, coetáneo de Trakl, la creación de una
conciencia es a través de la visión de lo esencial, de un descendimiento a lo
interior. Pero, interioridad como mediación.
De
forma similar a la obra de Adolf Loos, su coetáneo verdadero, que
expulsa todos los elementos decorativos de la arquitectura a favor de una
racionalidad neutral, nada es superfluo en la obra de Trakl. Como la faz
de la Looshaus, expresión -escribe Reina Palazón- de su interioridad
silente gracias a la forma que se supera a sí misma apelando a una intimidad
que al confirmarla la niega. La forma severa de Trakl concentra imagen y sonido
en una realidad significativa más allá de un uso simbólico habitual.
(Google)
En otro orden de cosas, en la
cultura vienesa la crisis del lenguaje despersonaliza al sujeto y se convierte
en puro concepto. La pérdida del objeto conlleva la pérdida del sujeto. La
disolución del yo es expresión de la función inútil del lenguaje. Frente a
ello, Trakl sabe que, sólo en el sometimiento del yo a lo que hay que expresar,
puede nacer el duelo de la desilusión que separa el yo de la verdad del sujeto.
Trakl,
según Karl Kraus, es de los que nacieron demasiado pronto o demasiado
tarde.
* * *
Trakl vs.Wittgenstein.
El
verano antes de la Gran Guerra, a través del editor de la revista de vanguardia
en Innsbruck Der Brenner, Ludwig von Ficker, se repartió una importante
cantidad de coronas donadas por Wittgenstein, de su herencia, a varios importantes
artistas austriacos que carecían entonces de medios, a condición de que la
donación fuese secreta y poder permanecer anónimo. Trakl [igual que Rilke] sí
se enteró, por el editor, del nombre del benefactor, incluso sufrió un colapso
al enterarse de la cifra, pero no llegó sin embargo a disfrutar en vida del
donativo (el dinero será para su hermana epiléptica).
Trakl
se fue, como Wittgenstein, voluntario a la guerra. En su despedida en la
estación es cuando le dijo enigmático a Ficker: “No hay poema que pueda
expiar una culpa”.
Trakl
y Wittgenstein se escribieron durante la guerra, pero no se conocieron en
persona, a pesar de los intentos de ambos por verse. El más dramático fue el
último; Ficker, que acababa de ver su estado, y el propio Trakl, solicitan a
Wittgenstein que haga lo posible por visitarlo en el hospital militar, pero
cuando días más tarde Wittgenstein llega a Cracovia, Trakl acababa de
suicidarse en su celda del hospital, donde tuvo que ser internado a causa de
los traumas psíquicos que sufrió tras la pavorosa batalla inmortalizada en su
último poema Grodeck, del que traducimos un fragmento:
“…
Mas silentes, en praderas del valle,
rojas
nubes que un dios airado habita,
recogen,
frío lunar, la sangre derramada…”
L. W.- Diarios
Secretos. Alianza Ed. Madrid, 2000
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