Las gatas han sorprendido siempre por su legendaria pericia a aterrizar a cuatro patas, aun cuando las dejemos caer panza arriba. Este hecho se basa en dos características típicamente felinas: un esqueleto inusual y unos reflejos simplemente excepcionales.
Pese a poseer más huesos que las humanas, estructuralmente, las gatas no poseen clavícula en sentido estricto, hecho que unido a un esqueleto altamente flexible les permiten deslizarse a través de orificios de tamaño inverosímil. En este caso, el límite más severo en el tamaño de orificios que puede franquear viene impuesto por las dimensiones de su propia cabeza, su cráneo, cuya función primaria es como muro protector del cerebro, no le permite excesivas alegrías en lo que a flexibilidad se refiere.
Respecto a la caída, las gatas han desarrollado la habilidad de retorcer su anatomía. Desde las tres o cuatro semanas de vida, las gatas adquieren el hábito de rotar en plena caída para así reorientar su cuerpo y afrontar el impacto con el suelo en las mejores condiciones posibles. Debido a su sorprendente flexibilidad, son capaces de darse la vuelta con sólo girar la cabeza y la parte superior de su anatomía hacia un extremo y es un giro que se comunica al resto de su cuerpo.
En el caso de las gatas, entonces, su excepcional anatomía les permite, de forma plena a partir de las siete semanas de existencia, modificar su posición en una caída moviendo adecuadamente sus articulaciones, tanto patas como cola, sin violar, en ningún caso, ninguna ley física.
Y eso sin haber ido a la escuela primaria. ¡Miau!
Pese a poseer más huesos que las humanas, estructuralmente, las gatas no poseen clavícula en sentido estricto, hecho que unido a un esqueleto altamente flexible les permiten deslizarse a través de orificios de tamaño inverosímil. En este caso, el límite más severo en el tamaño de orificios que puede franquear viene impuesto por las dimensiones de su propia cabeza, su cráneo, cuya función primaria es como muro protector del cerebro, no le permite excesivas alegrías en lo que a flexibilidad se refiere.
Respecto a la caída, las gatas han desarrollado la habilidad de retorcer su anatomía. Desde las tres o cuatro semanas de vida, las gatas adquieren el hábito de rotar en plena caída para así reorientar su cuerpo y afrontar el impacto con el suelo en las mejores condiciones posibles. Debido a su sorprendente flexibilidad, son capaces de darse la vuelta con sólo girar la cabeza y la parte superior de su anatomía hacia un extremo y es un giro que se comunica al resto de su cuerpo.
En el caso de las gatas, entonces, su excepcional anatomía les permite, de forma plena a partir de las siete semanas de existencia, modificar su posición en una caída moviendo adecuadamente sus articulaciones, tanto patas como cola, sin violar, en ningún caso, ninguna ley física.
Y eso sin haber ido a la escuela primaria. ¡Miau!
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