2.9.20

La turbación de la lengua.


        - “No, las palabras no hacen el amor…”
Creí por un momento que me iba a recitar a la Pizarnik, pero añadió enseguida:
“es el amor el que hace las palabras”,
acercándoseme como si hablase por sus ojos, esos ojos grisazulados capaces de hacerme perder la cabeza como al ‘bautista’.

Y en murmullo, cada vez que sus labios se posaban en algún centímetro de mi piel, susurraba algo que sólo adquiría sentido en ese instante.
Esas palabras nómadas besadas, que nadie entendería y que mis poros absorbían hasta el éxtasis, fueron el primer poema de goce íntimo que su boca escribió sin dejarme ningún pliegue sin recorrer, ni los más intrincados.

Y así comencé a leer el libro del placer que tantas veces, más tarde, querría repetirme hasta que yo aprendiera totalmente su lengua.


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