- “No, las palabras no hacen el amor…”
Creí por un momento que
me iba a recitar a la Pizarnik, pero añadió enseguida:
“es
el amor el que hace las palabras”,acercándoseme como si hablase por sus ojos, esos ojos grisazulados capaces de hacerme perder la cabeza como al ‘bautista’.
Y en murmullo, cada vez
que sus labios se posaban en algún centímetro de mi piel, susurraba algo que
sólo adquiría sentido en ese instante.
Esas palabras nómadas
besadas, que nadie entendería y que mis poros absorbían hasta el éxtasis,
fueron el primer poema de goce íntimo que su boca escribió sin dejarme ningún
pliegue sin recorrer, ni los más intrincados.
Y así comencé a leer el
libro del placer que tantas veces, más tarde, querría repetirme hasta que yo
aprendiera totalmente su lengua.
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