[Mt.
4.1-11 y Lc. 4.1-13]
*
En aquel tiempo sucedió que, un día, el demonio
me llevó hasta la montaña y mostrándome desde ese lugar elevado con un gesto
espléndido la ciudad allá abajo extendida, me dijo: "Te daría todo esto, si..."
Me
fui sin escuchar como acababa. No me interesa mi ciudad ni regalada por el
demonio... [Y es que, según Mandelstam, "el
amor a la ciudad, la pasión por la ciudad, el odio a la ciudad: esa es la
materia del ‘Infierno’ de Dante"].
Ningún estímulo me lleva a examinarla, a
conocerla, a seguir sus cambios. No quiero saber nada de esta ciudad, ni para
tener argumentos de crítica. No quiero ni darme cuenta que estoy aquí...
*
Otro día, transcurrido un tiempo de soledad
y apatías, el demonio me transportó hasta los pináculos de un viejo
palacio desde donde se divisaba su patio, su jardín y su estanque.
Reflejado en sus aguas un rostro claro y
joven, el cabello de oro ensortijado y unos ojos grises capaces de hacerte
prisionero... Me dijo: "Toda tuya será si..."
Esta vez [creyendo a Kierkegaard, que valiéndome
de "finísimas facultades
intelectuales, sabría inducir en tentación a una joven de forma
maravillosa"], dejé que terminara su promesa y acepté todos sus
términos.
[by Google]
han pasado los meses, he vendido mi alma
y el corazón de la princesa asmodea... no ha
cambiado de dueño.
[“He
vendido mi alma dos veces al diablo... mal destino es el mío. Así me va”. LGªM]
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