Todos
los prosélitos tenemos en este día la obligación de contribuir a los fastos del
sexagésimo tercer aniversario del nacimiento de la grabación seminal del
'jazz modal'. Y podía hacerse modestamente, doctores tiene la iglesia
'milesdavisiana' para la inmodestia, contestando a una sencilla pregunta:
¿Cuándo y dónde te compraste el disco de Miles?
He
aquí mi pequeña historia de entonces:
En la primavera de mil novecientos ochenta y… algunos viernes acostumbraba a dejar de trabajar y acompañar a una íntima amiga que impartía unos cursos en la universidad X en un país cercano y pasar así con ella los fines de semana.
Mientras
ella desarrollaba sus tareas docentes, me quedaba esperándola sentado en la
terraza de un café cercano a la facultad, absolutamente clásico y típico, y a
base de excelentes expressos y alguna grappa, aprovechando el calorcillo
vespertino, la tranquilidad provinciana y el servicio profesional de los
camareros, en varias jornadas de esa jaez hasta conseguí entender un pequeño
opúsculo de filosofía francesa postmoderna que portaba en mi bolsillo.
En
dicha ciudad, decadente y educada, podía conseguirse “El País” en un kiosco, ¡a
qué precio! es verdad, pero en aquellos tiempos había que leerlo. Una tarde
ojeando sus páginas culturales, me llamó la atención que el líder de un
reciente grupo de rock, no recuerdo si Manic Street Preachers, comentase en una
entrevista de D. A. Manrique, que la música que más le había marcado eran los
temas del “Kind of Blue” del sexteto de Miles Davis y que no tenía parangón.
Yo
no necesitaba emular a Saulo pues ya era converso, pero como un autómata aboné
mi consumición y, movido por un resorte, me dirigí a la calle comercial donde
creía haber visto una tienda de discos. Con ansiedad, la tienda era pequeña y
no se presumía muy pertrechada, pregunte por la grabación. Cuando el dueño, una
diligente persona mayor, volvió del almacén con el disco en la mano, me
aumentaron las pulsaciones por lo inesperado del acontecimiento. Pagué el
desproporcionado importe que me pidió, los discos allí eran y son un lujo, y
salí al aire libre sin recuperar momentáneamente la inocencia.
Después
de escucharlo comprendí que esa era ya irrecuperable.
P. D. Con dicha música y una botella de bourbon abierta, rememoro hoy aquellos días comprendiendo bien lo que significa la nostalgia.
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